Al hablar del carisma Agustino Recoleto hacemos referencia a aquello que identifica al agustino recoleto y a la vez lo diferencia de otra forma de espiritualidad en la Iglesia. Se trata del don singular que Dios otorga a los Agustinos Recoletos para que den testimonio de Cristo enfatizando una realidad concreta de Dios.
Presupuestos importantes:
Así como en la configuración de nuestra personalidad influyen factores biológicos (herencia genética), ambientales (familia, sociedad) y experienciales (momentos significativos). La espiritualidad agustiniana es el resultado de la vida y obra de San Agustín y de la historia de la recolección agustiniana; por tanto para comprender mejor el carisma agustino recoleto conviene conocer: la biografía de San Agustín, algunos de sus temas de reflexión favoritos y algunos datos históricos de la familia agustiniana.
El trípode carismático de los Agustinos Recoletos
Un trípode es un armazón que se sostiene con tres pies. El carisma agustiniano se sostiene sobre tres bases o más agustinianamente tres amores, a saber: contemplación, comunidad, apostolado. En esta entrega hablaremos de la contemplación.
A. Contemplación: “amor casto”
La contemplación es la natural atracción que Dios ejerce sobre el ser humano. Dios es irresistible, tanto que no podemos dejar de verlo, escucharlo, olerlo, sentirlo, admirarlo y amarlo. Nos descubrimos dependientes de Dios, le necesitamos, le buscamos y nos entregamos a él.
La espiritualidad agustiniana entiende esta contemplación como vida para Dios, vida con Dios, vida en Dios y vida de Dios mismo. El agustino recoleto sigue el gran mandato de Dios a Israel: “Escúcha Israel: Yahvé, nuestro Dios es el único Dios. Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Dt 6,4-5; Cf. Mt 22,37). El Agustino Recoleto conoce a Dios motivado por Dios mismo a entrar dentro de sí mismo (interioridad), donde lo está esperando Dios, para que conociéndole a Él, la persona se reconozca a sí misma como su hijo y por tanto semejante a Él. Una vez se de este encuentro el Agustino Recoleto sentirá la necesidad de dialogar continuamente (oración) con Dios.
Interioridad y oración son los componentes básicos de la contemplación agustiniana que llevan a cumplir el objetivo querido por San Agustín: conocer a Dios y conocerse a sí mismo y suscitan la condición esencial para poder ser transformados por Dios: la conversión.
Elementos que favorecen la contemplación: el silencio, el estudio de la Sagrada escritura, la actitud reflexiva y la piedad.
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