
El agustino, Jordán de Sajonia (+ 1380), en su obra, “Vidas de Hermanos”, nos da este testimonio sobre nuestro “Beato Juan de Rieti”:
“Había también un Hermano joven, en la ciudad de Rieti, con el nombre de Juan, sencillo, humilde y siempre de semblante alegre; era muy afable, y social, y nada distinto de los demás en el comer, y en el beber, y en otras cosas que pertenecen al trato común de los Hermanos; pero en lo interior era muy singular. Manifestó mucho amor y caridad para con todos los Hermanos. Jamás salió palabra de su boca, ni se vio en él obra alguna que desdijese de la caridad fraterna. Obsequioso con todos, lo fue principalmente con los enfermos, y con los huéspedes, a los cuales lavaba los pies, limpiaba los vestidos, y les cedía sus mismas cosas, mostrándoles con alegría toda la caridad de su inmenso corazón. Además, para él no había distinción entre sacerdote y sacerdote, sino que indistinta y espontáneamente, cuando le era posible, a todos, con suma diligencia, ayudaba de bonísimo grado a Misa y con mucha piedad. Este Hermano acostumbraba ir solo a pasear por la huerta del convento, y al salir, se le vio derramar lágrimas. Mas preguntándole una ver por qué lloraba, respondió: “Porque veo que los árboles, las hierbas, las aves, y la tierra con sus frutos, obedecen a Dios; y los hombres, a los que, por la obediencia, está prometida la vida eterna, quebrantan los preceptos de su Creador. Por esto gimo y lloro”.
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