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sábado, 1 de octubre de 2011

Las misiones en Casanare antes, en y tras la independencia

LA IGLESIA TAMBIÉN ES PROCER DE LA INDEPENDENCIA
Las misiones en Casanare antes, en y tras la independencia 

Casanare, que descubierta y colonizada gracias a la búsqueda del famoso “Dorado”, contó con presencia de Iglesia desde el siglo XVI y entró en proceso de misión alrededor del año 1628 con el arribo de los primeros jesuitas, cuya labor se extendió hasta el año 1750. Con la salida de los jesuitas llegaron tiempos difíciles para colonos e indígenas, especialmente para estos últimos, ya que los grandes defensores de los pueblos aborígenes en América, eran precisamente los religiosos misioneros.

La independencia de Colombia coge en la escena eclesiástica de los llanos de Casanare a los frailes Agustinos Recoletos, cuya acción misionera se remonta al año 1662 teniendo como sede el conocido poblado de Santiago de las Atalayas. Dos son los grandes períodos que teniendo como referencia la emancipación vale la pena resaltar.

El primer período, que tiene como característica el florecimiento y auge, se enmarca entre los años 1750 y 1810 y comienza con la salida de los jesuitas y la consiguiente necesidad de misioneros para los llanos, la labor fue asumida en gran medida por los religiosos Agustinos Recoletos, quienes se lanzaron en la aventura de la fundación de nuevas poblaciones a orillas del río Meta y del actual Arauca con lo cual se ganaron el aplauso de muchos que como el virrey Caballero y Góngora alababa el “celo con que estos religiosos se dedican a aprender la lengua de los indígenas”, más tarde su sucesor José de Espeleta, también mostraría su admiración hacia el  trabajo de los frailes recoletos. 

En cuanto el segundo período, podríamos delimitarlo entre los años 1810 y 1830. Los religiosos que estaban en los llanos de Casanare no fueron ajenos al clima de división que se vivía por la encrucijada entre apoyar al rey o buscar la independencia. Lo cierto es que con el mítico grito de independencia las cosas comenzaron a cambiar y no para bien. Casanare que siguiendo el ejemplo de otras regiones nombró su junta patriótica que se pronunció en contra del gobierno virreinal, como era de esperarse del llamado “santuario de la emancipación”, también observó la división de los misioneros entre realistas y patriotas, con lo cual, las misiones comenzaron a convulsionar, ya que no fue extraño que los simpatizantes de la revolución la apoyaran con los bienes de la misión. Más tarde, el “Regimen del terror” como fue llamada la reconquista española (1816), asestó un duro golpe, cuando varios religiosos fueron desterrados, encarcelados o ejecutados; entonces los lugares de la misión se despoblaron, los templos se arruinaron y la sabana volvió a su estado primitivo. Después de 1819, la situación no sería mejor, paradójicamente mientras las autoridades de la nueva república hostilizaban y perseguían las misiones, exigían la continuidad de las mismas, los religiosos estaban diezmados en número y en bienes, pero es de admirar que con circunstancias tan adversas que hicieron salir de la escena misionera llanera a dominicos y franciscanos, los Agustinos Recoletos hubiesen sobrevivido.

No obstante lo desolado del panorama, la recolección agustiniana no abandonó la misión; con mucha precariedad, la comunidad religiosa permaneció en Casanare hasta 1861, cuando la estocada final de Tomás Cipriano de Mosquera aniquiló la presencia religiosa en Casanare, mas Dios escribe derecho con letras torcidas, suscitando nuevamente el ardor misionero de los Agustinos Recoletos que con San Ezequiel Moreno a la cabeza restauraron la cristianización del territorio desde 1890 y jalonaron el progreso de Casanare, que antes que el petróleo fue desarrollado por la labor de la Iglesia en las haciendas coloniales y ya en época republicana al ser constituido como el primer vicariato apostólico de Colombia (1893) lo que le llevó a gozar de relevancia en el panorama social colombiano.

En 2012 se cumplirán 350 años de la evangelización agustiniana en los llanos de Casanare; tres siglos y medio de la presencia de una comunidad religiosa que ha dejado su sudor en la sabana, sangre en sus ríos, pero especialmente la fe en su geografía humana; una familia religiosa que nació en nuestra patria y que en la independencia fue defensora y amiga de su precursor, Antonio Nariño, que dejo estampada la firma de uno de sus religiosos en el acta de independencia, que colaboró con sus bienes a la justa emancipadora, luego asistió los regimientos del ejercito republicano, aún el mítico batallón Colombia en el siglo pasado y asistió sacramentalmente al caudillo Jorge Eliecer Gaitán; una Orden religiosa que continúa su labor misionera en el Casanare, y en Colombia, luego de 400 años de existencia sigue anunciando que Cristo es el Señor.

Fr. Angel jahir Córdoba García, oar

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