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miércoles, 4 de mayo de 2011

Mártires de Motril. 5 de mayo

Forman parte del gran grupo de mártires de la persecución de 1936 en españa durante la que fueron sacrificados casi siete mil sacerdotes y religiosos. Siete pertenecen a la Orden de los Agustinos Recoletos; el otro era el cura párroco de Motril (Granada), localidad en que se encontraba el convento de los agustinos.

El drama se realizó en tres actos. El día 25 de julio de 1936, una semana después de que comenzara la guerra civil española, los revolucionarios asaltaron el convento y sacaron, por la fuerza, a los cinco frailes que allí se encontraban (Juan Benigno Moreno, León Inchausti, Deogracias Palacios, José Rada, José Ricardo Díez). Les llevaron a una de las calles principales y, después de exigirles inútilmente que renunciaran a su fe y que se unieran a sus filas, les fusilaron frente a la gente, que veía aterrorizada la escena macabra desde sus casas.

Al día siguiente, entre gritos e insultos, fusilaron, en el atrio de la iglesia de la Divina Pastora, donde se habían refugiado y habían pasado la noche en oración, al párroco Manuel Martín y otro padre agustino, Vicente Pinilla. Acababan de celebrar la Eucaristía. El padre Vicente Soler, que se encontraba en el coro cuando asaltaron el convento, en un primer momento logró escaparse, pero el 29 de julio fue encerrado en la cárcel de Motril. Allí se convirtió en el ángel de los prisioneros: les consolaba, les infundía valor, les invitaba a rezar. Nueve días antes del martirio, comenzó una novena a la Virgen con ellos. En la noche del 14 de agosto, un soldado comenzó a llamar a los condenados a muerte. Junto al religioso, llevaron a otras 17 personas a pie hasta el cementerio para fusilarlos. Los pusieron en fila. El padre Soler, mientras esperaba su turno, impartía la absolución a todos los prisioneros que desfilaban, uno tras otro, para colocarse frente al muro. Absolvió también al prisionero número once, un joven de la Acción Católica que sobrevivió a la ejecución y que, años después, pudo revelar lo sucedido al tribunal eclesiástico encargado de llevar adelante esta causa de beatificación.

Estos ocho mártires eran hombres sencillos, ajenos a toda intriga política, entregados a su vocación. El padre Soler había fue Superior General de los Agustinos Recoletos. El padre Pinilla bendijo a quienes le dispararon en el momento de su muerte. Uno de ellos declaró: Nunca más dispararé contra nadie. Si es verdad que existen los santos, éste es uno de ellos.

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