Si deseas conocer las experiencias y testimonios de los jóvenes que se preparan para ser religiosos agustinos recoletos, ¡éste es el lugar indicado! También puedes escribirnos, contarnos lo que piensas de nuestra forma de vida, hacernos preguntas y, por supuesto, vincularte para compartir nuestro santo propósito de ser discípulos fieles del Señor.

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sábado, 27 de agosto de 2011

El Papa habla de San agustín en una audiencia general. 25 de agosto de 2010

Queridos hermanos y hermanas:

En la vida de cada uno de nosotros hay personas muy queridas, que sentimos particularmente cercanas; algunas están ya en los brazos de Dios, otras comparten aún con nosotros el camino de la vida: son nuestros padres, los familiares, los educadores; son personas a las que hemos hecho el bien o de las que hemos recibido el bien; son personas con las que sabemos que podemos contar. Es importante, sin embargo, tener también «compañeros de viaje» en el camino de nuestra vida cristiana: pienso en el director espiritual, en el confesor, en las personas con las que se puede compartir la propia experiencia de fe, pero pienso también en la Virgen María y en los santos. Cada uno debería tener algún santo que le sea familiar, para sentirlo cerca con la oración y la intercesión, pero también para imitarlo. Quiero invitaros, por tanto, a conocer más a los santos, empezando por aquel cuyo nombre lleváis, leyendo su vida, sus escritos. Estad seguros de que se convertirán en buenos guías para amar cada vez más al Señor y en ayudas válidas para vuestro crecimiento humano y cristiano.

Como sabéis, yo también estoy unido de modo especial a algunas figuras de santos: entre estas, además de san José y san Benito, de quienes llevo el nombre, y de otros, está san Agustín, a quien tuve el gran don de conocer de cerca, por decirlo así, a través del estudio y la oración, y que se ha convertido en un buen «compañero de viaje» en mi vida y en mi ministerio. Quiero subrayar una vez más un aspecto importante de su experiencia humana y cristiana, actual también en nuestra época, en la que parece que el relativismo es, paradójicamente, la «verdad» que debe guiar el pensamiento, las decisiones y los comportamientos.

San Agustín fue un hombre que nunca vivió con superficialidad; la sed, la búsqueda inquieta y constante de la Verdad es una de las características de fondo de su existencia; pero no la de las «pseudo-verdades» incapaces de dar paz duradera al corazón, sino de aquella Verdad que da sentido a la existencia y es la «morada» en la que el corazón encuentra serenidad y alegría. Su camino, como sabemos, no fue fácil: creyó encontrar la Verdad en el prestigio, en la carrera, en la posesión de las cosas, en las voces que le prometían la felicidad inmediata; cometió errores, sufrió tristezas, afrontó fracasos, pero nunca se detuvo, nunca se contentó con lo que le daba sólo un hilo de luz; supo mirar en lo íntimo de sí mismo y, como escribe en las Confesiones, se dio cuenta de que esa Verdad, ese Dios que buscaba con sus fuerzas, era más íntimo a él que él mismo, había estado siempre a su lado, nunca lo había abandonado y estaba a la espera de poder entrar de forma definitiva en su vida (cf. III, 6, 11; X, 27, 38). Como dije comentando la reciente película sobre su vida, san Agustín comprendió, en su inquieta búsqueda, que no era él quien había encontrado la Verdad, sino que la Verdad misma, que es Dios, lo persiguió y lo encontró (cf. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, 4 de septiembre de 2009, p. 3). Romano Guardini, comentando un pasaje del capítulo III de las Confesiones, afirma: san Agustín comprendió que Dios es «gloria que nos pone de rodillas, bebida que apaga la sed, tesoro que hace felices, [...él tuvo] la tranquilizadora certeza de quien por fin comprendió, pero también la bienaventuranza del amor que sabe: esto es todo y me basta» (Pensatori religiosi, Brescia 2001, p. 177).

También en las Confesiones, en el libro IX, nuestro santo refiere una conversación con su madre, santa Mónica —cuya memoria se celebra el próximo viernes, pasado mañana—. Es una escena muy hermosa: él y su madre están en Ostia, en un albergue, y desde la ventana ven el cielo y el mar, y trascienden cielo y mar, y por un momento tocan el corazón de Dios en el silencio de las criaturas. Y aquí aparece una idea fundamental en el camino hacia la Verdad: las criaturas deben callar para que reine el silencio en el que Dios puede hablar. Esto es verdad siempre, también en nuestro tiempo: a veces se tiene una especie de miedo al silencio, al recogimiento, a pensar en los propios actos, en el sentido profundo de la propia vida; a menudo se prefiere vivir sólo el momento fugaz, esperando ilusoriamente que traiga felicidad duradera; se prefiere vivir, porque parece más fácil, con superficialidad, sin pensar; se tiene miedo de buscar la Verdad, o quizás se tiene miedo de que la Verdad nos encuentre, nos aferre y nos cambie la vida, como le sucedió a san Agustín.

Queridos hermanos y hermanas, quiero decir a todos, también a quienes atraviesan un momento de dificultad en su camino de fe, a quienes participan poco en la vida de la Iglesia o a quienes viven «como si Dios no existiese», que no tengan miedo de la Verdad, que no interrumpan nunca el camino hacia ella, que no cesen nunca de buscar la verdad profunda sobre sí mismos y sobre las cosas con el ojo interior del corazón. Dios no dejará de dar luz para hacer ver y calor para hacer sentir al corazón que nos ama y que desea ser amado.
Que la intercesión de la Virgen María, de san Agustín y de santa Mónica nos acompañe en este camino.

viernes, 26 de agosto de 2011

Santa Mónica, madre de San agustín. Agosto 27


Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.

Formación.
Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : "Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada ( en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.

Su esposo.
Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.

La fórmula para evitar discusiones.
En aquella región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues....no peleamos".

Viuda, y con un hijo rebelde.
Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos oficios.y Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

El muchacho difícil.
Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.

Una madre con carácter.
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar alsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.

La visión esperanzadora.
Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijoÑ "tu hijo volverá contigo", y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

La célebre respuesta de un Obispo.
En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.
El hijo se fuga, y la madre va trás de él.
A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.

Un personaje influyente.
En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.
La conversión tan esperada.
En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Puede morir tranquila.
Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: " ¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano." Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.

A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables.

En algunas pituras, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas). También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado,  la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.

jueves, 25 de agosto de 2011

Santos Liberato y compañeros mártires

Grandes fueron los estragos que hizo en África el furor del rey vándalo llamado Hunnerico, que seguía la secta de los herejes arrianos; pero en el año séptimo de su reinado, publicó un edicto sobremanera impío y sacrílego, por el cual mandaba que se arrasasen todos los monasterios, y se profanasen todas las iglesias con sagradas a honra de la santísima Trinidad.

Vinieron, pues, los soldados de Hunnerico a un convento de monjes que vivían con gran ejemplo y opinión de santidad, bajo del gobierno del santo abad Liberato, entre los cuales se hallaba el diácono Bonifacio, los subdiáconos Servo y Rústico, y los santos monjes Rogato, Séptimo y el niño Máximo: habiendo los bárbaros derribado las puertas del monasterio, maltrataron con gran inhumanidad a aquellos inocentes siervos del Señor, y los llevaron presos a Cartago, y al tribunal de Hunnerico.

Ordenóles el tirano que negasen la fe del bautismo y de la santísima Trinidad; mas ellos confesaron con gran conformidad, un solo Dios en tres Personas, una sola fe y un solo bautismo: y añadió en nombre de todos san Liberato: «Ahora, oh rey impío, ejercita, si quieres, en nuestros cuerpos las invenciones de tu crueldad; pero entiende que no nos espantan los tormentos, y que estamos prontos a dar la vida en defensa de nuestra fe católica». Al oír el hereje estas palabras, bramó de rabia y furor, y mandó que le quitasen de delante aquellos hombres y los encerrasen en la más obscura y hedionda cárcel.

Pero los católicos de Cartago hallaron modo de persuadir a los guardas, que soltasen a los santos monjes; y aunque éstos no quisieron verse libres de las prisiones que llevaban por amor de Cristo, aprovecharon alguna libertad que se les concedió en la misma cárcel, para esforzar a otros muchos cristianos que por la misma fe estaban cargados de cadenas, esta novedad llegó a oídos del tirano, quien ordenó severo castigo a los guardas, y despiadados suplicios a los santos monjes. Dio luego orden que aprestasen un bajel inútil y carcomido, y que habiendo echado en él buena cantidad de leña, pusiesen sobre ella a los santos confesores atados de pies y manos, y los quemasen en el mar, Mas aunque los verdugos una y muchas veces aplicaron teas encendidas en las ramas secas amontonadas en el barco, nunca pudo prender en ellas el fuego. Atribuyó el bárbaro monarca aquel soberano prodigio a artes diabólicas y de encantamiento: y bramando de rabia, mandó que a golpes de remos les quebrasen las cabezas hasta derramarles los sesos, y los echasen en la mar. Arrojaron las olas a la playa los sagrados cadáveres de los santos mártires; y habiéndolos recogido los católicos los sepultaron honoríficamente.

Máximo, un joven de apenas 15 años, merece mención particular. Los verdugos le ofrecieron la libertad con tal de que abandonara a sus hermanos. Pero él prefirió compartir con ellos el martirio a separarse de su compañía.

jueves, 18 de agosto de 2011

San Ezequiel Moreno. 19 de agosto

A orillas del Ebro, en Alfaro, pequeña ciudad agrícola de la Rioja (España), el modesto sastre Félix Moreno y su mujer, Josefa Díaz, tuvieron seis hijos, cuatro mujeres y dos varones. Ezequiel, el segundo varón y cuarto de los hermanos, nació el 9 de abril de 1848. Era un niño inteligente, sumamente responsable, sereno y constante. Asistió a la escuela con regularidad. Le encantaba jugar con sus compañeros al tejo y a la pelota. Pero en las fiestas del pueblo se privaba de las vaquillas para acompañar a un niño enfermo, despuntaba ya su inmensa caridad. Aficionado al canto, tenía una excelente voz y se acompañaba bien con la guitarra.   

Cuentan que siendo Ezequiel muy pequeño le preguntaron en el convento qué iba a ser de mayor. « i Fraile! », contestó. « ¡Tú, fraile! ¡Tan calandrijo!». Pero él, sin inmutarse solucionó el problema. “Me pondré un sombrero de copa para ser más alto”. El 21 de septiembre de 1864, a sus 16 años, ingresa en el noviciado para aprender a ser agustino recoleto, como lo era su hermano Eustaquio, buen violinista, por cierto. Acababa de morir su padre y la familia había quedado en situación económica muy precaria; pero la madre lo ofrendó generosamente. Un año después, Ezequiel profesa y hace voto de ir como misionero a Filipinas. 

En 1869, sin terminar los estudios, parte para aquellas tierras, donde es ordenado sacerdote. Es un joven de 23 años lleno de energía espiritual y de ilusión. Su amor al Señor, y la convicción de ser apóstol, va a constituir de manera absorbente el único motivo de su actividad. Tras unos meses de ministerio junto a su hermano, es enviado a la expedición que trata de colonizar la     siempre difícil isla de Paragua. El celo de fray Ezequiel se desborda en esta su primera misión, de la que es responsable. Predica, instruye, construye la capilla... Su labor con los expedicionarios es heroica. El esfuerzo y las pésimas condiciones le producen la malaria y ha de volver a Manila. Su disponibilidad y su celo apostólico se manifiestan de mil maneras: como párroco y catequista, después predicador en Manila, y más tarde administrador de una hacienda, pero siempre cercano a las gentes sencillas. Los filipinos lo llaman «el santulón», el hombre santo.

Formador de misioneros      

En 1885 es nombrado prior del noviciado de Monteagudo (Navarra). Son tres años de profundo influjo espiritual en los jóvenes. Cuidó mucho de la vida litúrgica, del rezo coral de las Horas, de la vida comunitaria aspecto esencial de la religiosidad agustiniana. Las epidemias del cólera y de viruelas extreman su atención y delicadeza con los enfermos. Predica en los alrededores, participa en novenas... Su gran amor a los pobres se califica de <casi exagerado». Hasta quinientas raciones logra dar dos veces al día a los pobres, gracias en buena parte a las privaciones de sus frailes.    


En un mundo nuevo  

En agosto de 1888 una nueva llamada: se necesitan voluntarios para Colombia. «Hace tiempo que me parece que el Señor me llama para esta misión». Con siete compañeros, en los primeros días de 1889, llegaba el padre Ezequiel a Bogotá. Le esperaba una labor ardua. Vive en la capital de la república cinco años de intensísima actividad, que brota del manantial fecundo de su vida espiritual, sin otras miras que los intereses de Cristo (Fl 2,21). Predica, confiesa, atiende a enfermos incansablemente. Austero e intachable, adquiere fama de predicador lleno de piedad y de unción. 

Casanare: «Una sola alma vale más que la vida de¡ hombre»      

Casanare es una tierra casi inexplorada de 45.000 km2 de extensión, con caudalosos ríos, donde tanto trabajaron y tan grata y gloriosa memoria dejaron los agustinos recoletos. El padre Ezequiel piensa en aquellas gentes. En cuanto le es posible recorre las inabarcables planicies acompañado de tres religiosos. Explora, visita enfermos, administra sacramentos, regula matrimonios. Conservamos ocho cartas como testimonio de su labor misionera y que ya entonces conmovieron la conciencia de Colombia y contagiaron su preocupación por tantos infieles. 

Roma, de acuerdo con el gobierno, erige el vicariato apostólico y le nombra su pastor. Es una nueva etapa en la vida de nuestro santo. Allí según su propósito permanecería hasta la muerte. «¡Quién me diera poder decir al exhalar mi último suspiro en una mala choza, o en arenosa playa, o al pie de un árbol: ya no quedan infieles en Casanare. No llegaron a dos años los transcurridos en Casanare, pero, con su estilo personal de total entrega, dejó una huella imperecedera. Una pobre choza le sirve de palacio episcopal. Cuando no lo impide la guerra, recorre misión, desafiando la lluvia torrencial y cualquier inclemencia. Como él dirá, <<hago de obispo, de misionero y de sacristán>>. Porque, «una sola alma vale más que la vida de¡ hombre». 


Pasto: Una década de plenitud         

En febrero de 1896 llegó a Casanare comunicación oficial de que monseñor Ezequiel Moreno había sido nombrado obispo de Pasto. De 1896 a 1906, en diez intensísimos años servirá a sus fieles con todos los medios a su alcance. El nuevo obispo vivió, como era su costumbre, en máxima sencillez. Comida frugal y, en su alcoba, un jergón de paja. Se preocupa de los colegios, lucha para que se imparta una formación católica, alienta la llegada de misioneros, promueve el culto y las devociones, fomenta la construcción de iglesias y santuarios, escribe y propaga cartas pastorales y desvela los ardides de la propaganda antirreligiosa. Se convierte en el abanderado y símbolo de la defensa de los valores cristianos en Colombia.       

Una luz en lo alto      

Sus cartas pastorales resonaron con fuerza en todo el país. Los liberales se burlan de su doctrina, la ridiculizan. Todo eso conmueve el alma ardorosa de¡ padre Ezequiel. Él los desenmascara. En pago lo convertirán en blanco de diatribas y persecuciones. «Ahora toda la saña de esos periódicos es contra mí>>. Me han puesto y me ponen de vuelta y media. Números enteros no contienen otra cosa que insultos contra mí. ¡Bendito sea Dios!». Pero el obispo no claudicará ante la difamación o el insulto.

Por el contrario, los fieles de la diócesis y otros muchos cristianos, sacerdotes y obispos, le prestaron adhesiones entusiastas. Lo doloroso fue sufrir la incomprensión y, en ocasiones, la persecución de algún obispo o las advertencias provenientes de Roma (en concreto, de Mons. Ragonesi). Para quien la sumisión a la voz de la Iglesia era un postulado básico de vida espiritual, esto constituyó una tortura íntima. La más lacerante.

Enfermedad y muerte          

Quien se asome al interior de la vida de San Ezequiel descubrirá de inmediato un paisaje poblado de esencias humanas y divinas. Su intensa actividad provenía de manantial fecundo, fluía de una vida de oración continua. Su identificación con Cristo, su Señor, había llegado a lo más radical, pudiendo exclamar, arrebatado, que no podía gloriarse sino de la cruz de Cristo. <<Yo quiero sufrir en Tu compañía, con Tu divina gracia>>. Yo me compadezco de tus agonías, y te las agradezco con toda mi alma y te amo, Jesús mío, te amo con todo mi corazón... Yo, Amado de mi alma, para imitarte, abrazo con el más tierno afecto los dolores, las enfermedades, la pobreza y las humillaciones, y las considero como hermosas partecitas de tu Cruz».    

A mediados de 1905 se siente cansado, con una llaga sangrante en el paladar que no se cierra, aunque intenta llevar una vida normal de trabajo. En octubre el diagnóstico es claro: es cáncer y hay que operar. Me he puesto en manos de Dios. Él hará su santa voluntad. Hay que descansar en lo que Èl quiera hacer. ¡Qué consolador es todo esto!», exclama. Se le pide venir a España. En Madrid es operado urgentemente. Es una operación muy dolorosa, que soporta con paz absoluta. De vez en cuando exclama: <<Bendito sea Dios. Dios mío, dame resignación para sufrir por Ti>>. En la clínica decían: «Es un santo».

El 29 de marzo, es oprado de nuevo. Todo resultó inútil. Ahora su decisión es clara: <<Me voy a morir a los pies de mi Madre la Virgen de¡ Camino». En Monteagudo elige una celda austera, con una pequeña tribuna que le permite ver el sagrario y el camarín de la Virgen. Los dolores son atroces, pero no se le observa un acto de impaciencia ni pierde su dulzura habitual. Y a las ocho y media del 19 de agosto, a los 58 años, descansa en el Señor.
SU CUERPO PERMANECE INCORRUPTO.

Su fama de santidad ha pervivido incesante entre los hermanos de religión y en quienes le conocieron personalmente u oyeron hablar de él. En 1975 es beatificado por Pablo VI. Y el Papa Juan Pablo II lo canonizó en Santo Domingo, el 11 de octubre de 1992, en el V Centenario de la evangelización de América. El santo de la evangelización. El incansable misionero. Un hombre de Dios. Es patrono de los enfermos de cáncer.

 

miércoles, 17 de agosto de 2011

Santa Clara de la Cruz de Montefalco. 17 de agosto

Nació en Montefalco, Italia, alrededor de 1268. En 1274, cuando Clara tenía 6 años, entra a la Tercera Orden de San Francisco, movida a ser ermitaña adopta el hábito franciscano. En 1278, la comunidad creció lo suficiente que tuvieron que construir una ermita más grande a las afueras del pueblo.

En 1290, Clara y su hermana Giovanna y sus compañeras deciden entrar a la vida mosástica en el más estricto sentido. Su obispo ubica el monasterio en Montefalco según la regla de San Agustín. Clara hace sus votos de pobreza, castidad y obediencia, y se convierte en religiosa agustina. Su hermana Giovanna fue electa la primera abadesa y su pequeña ermita fue dedicada como un monasterio. El 22 de noviembre de 1291 Giovanna muere, después Clara fue elegida abadesa. Clara, inicialmente, no aceptó la posición, pero después de la intervención del obispo de Spoleto, finalmente aceptó ser abadesa por imposición de obediencia de su obispo.

1294 fue decisivo para la vida espiritual de Clara. En la celebreación de la Epifanía, después de hacer una confesión general frente a sus hijas, sintió un éxtasis y se mantuvo así por varias semanas. Imposibilitada de comer, las religiosas mantenían a su Madre Abadesa dándole agua azucarada. Durante este tiempo, Clara reportó tener una visión en la cual se vio siendo juzgada delante de Dios.

Clara también comentó tener una visión de Jesús vestido como un pobre viajero. Durante una visión arrodillándose delante de Jesus trató de detenerlo y preguntarle «"Mi Señor a donde vas?"» y Jesús le respondió «”He buscado en todo el mundo un lugar fuerte donde plantar esta Cruz firmemente y no lo he encontrado".» Después, Clara miró la Cruz y haciéndole saber su deseo de ayudar a Jesús a cargarla, le dijo: «"Clara, he encontrado el lugar para mi Cruz aquí. He encontrado finalmente alguien a quien pueda confiar mi Cruz"» y Jesús, implantó su Cruz en el corazón de Clara. EL intenso dolor que sintió en todo su ser cuando recibía la Cruz de Cristo, vivió con ella para siempre. El resto de sus años los pasó en la pena y en el dolor y aun así continuaba sirviendo a sus hermanas con alegría.

En el año de 1303 Clara pudo construir una iglesia en Montefalco la cual no solo sirvió como capilla para las religiosas, sino también para todas las personas de la ciudad. La primera piedra fue bendecida el 24 de junio de 1303 por el obispo de Spoleto y aquel dia la iglesia fue dedicada a la Santa Cruz.

En agosto de 1308, enfermó grave que la dispuso en cama; el 15 de agosto, pidió recibir la Extrema Unción. Hizo su última confesión el 17 de agosto y al día siguiente, muere en su convento de Montefalco en 1308.

martes, 16 de agosto de 2011

Convivencia de vocaciones adultas (24-30 años). Dìas 3 y 4.

Domingo 14

Empezamos nuestro día con la oración de laudes, después del desayuno estuvimos en el foro dirigido por Fr. Diego Montoya, donde nos explicó algunas cosas “importantes, necesarias y esenciales…” (Como él mismo dice) de la OAR como “Comunidad apostólica”, luego vivimos la Eucaristía en la parroquia Inmaculada Concepción de Suba, presidida por Fr. Ángel Jahir en donde en un breve momento se dirigió a los fieles para pedir oración por todas las vocaciones a la vida religiosa y por todos los aspirantes a la OAR, especialmente nosotros ahí presentes.

A la 1 pm, tuvimos un partido de futbol para desahogarnos del fracaso de nuestra selección donde participó también Fr. Camilo Torres (rector del Colegio Agustiniano Suba y nuestro anfitrión en la universidad), en la tarde seguimos con las entrevistas y luego tuvimos la presencia de Fr. Alexander Martínez que a pesar estar enfermo (nada grave) dirigió el foro sobre que es la OAR como “Comunidad orante y penitente”.

Después de la oración y para terminar el día, tuvimos un momento muy especial donde cada uno compartió experiencias personales con los demás.


Lunes 15

Empezamos el día rindiéndole homenaje a nuestra amada virgen María en la celebración de su Asunción al reino de los cielos, con la humilde oración de laudes y con un acto de perdón en donde hicimos una quema simbólica. El resto de foros del día estuvieron dirigidos por  Fr Ángel Jahir y Fr. Juan de Dios, donde ahondamos un poco más en los aspectos de organización de la orden como “institución”.

Después de almorzar y empacar maletas, en un acto de cortesía los frailes nos llevaron a conocer algunas de las casas y lugares de la orden: Tagaste: donde se encuentra la casa de los estudiantes de teología, la sede principal de la Uniagustiniana y el colegio Agustiniano Tagaste, antiguamente Agustiniano Centro, la casa provincial, visitamos también la parroquia de las ferias, la parroquia Nuestra Señora de la Consolación y la casa provincial, donde recibimos un impactante y alentador testimonio de Fr. Rafael Arango, religioso que pasa por un momento de enfermedad, pero transpira confianza completa en el Señor. Después de vivir la Eucaristía y cenar nos despedimos y cada uno pa´ su casa.













sábado, 13 de agosto de 2011

Convivencia de vocaciones adultas (24-30 años). Dìas 1 y 2.

Viernes 12 de agosto
Empiezan a llegar los primeros aspirantes que debido a la lejanía de sus regiones tuvieron que desplazarse con anticipación, son bienvenidos por otros hermanos de la comunidad e igualmente instalados en las habitaciones, disfrutamos de un tour por las instalaciones de la universidad, después de un momento de oración fuimos a descansar.

Sábado 13 de Agosto
Comenzamos el día como es acostumbrado con la oración comunitaria, pero en vez de utilizar la liturgia de las horas, realizamos un taller acerca de la oración, luego del desayuno iniciamos nuestra convivencia con una breve introducción del programa de actividades y asignación de roles, el primer foro fue dirigido por Fr. Juan de Dios Tibocha, quien nos familiarizó con las constituciones y regla de la comunidad y nos explicó que toda la convivencia va estar enfatizada en la enseñanza de las mismas,  después del refrigerio y de recibir a los demás aspirantes seguimos con un taller-entrevista con el mismo fray Juan.
La tarde inició con un  partido de microfútbol como calentamiento al partido de Colombia – México, debido a que nuestra convivencia es de vocaciones adultas fue necesario un  tiempo de recuperación física y sanación de lesiones. En el siguiente foro tratamos el Capitulo 1 de las constituciones y fue dirigido por Fr Ángel Jahir Córdoba, conocimos algo del fundamento de nuestra comunidad, términos nuevos como carisma, amor casto, recolección, etc. hicieron parte del foro y como dato curioso nos explicaron que la regla de San Agustín ha sido utilizada por otras comunidades religiosas en el fundamento de sus propias constituciones. La siguiente actividad fue otro taller-entrevista pero esta vez orientado  por Fr Diego Montoya.
Después del rosario, la eucaristía y para terminar el día, nos dispusimos con todo el ánimo y esperanza a ver el partido de la selección, pero nuevamente se nos demostró que es mejor poner todo eso en DIOS, Él NUNCA PIERDE.









lunes, 8 de agosto de 2011

Carisma Agustino Recoleto. Parte III

c. Apostolado: “amor difusivo”

El hombre o la mujer agustiniano(a), que por la contemplación se consagra a Dios por la interioridad y comparte su vida en comunidad por la caridad, tiene también una fuerza comunicativa de la verdad que lo desborda: Dios. Por eso el agustino recoleto va a donde la Iglesia lo necesite. El objetivo último es llevar a cabo la misión que Cristo coloca a su Iglesia: “Id pues, y haced discípulos a todas las gentes…” (Mt 28,19), que trabajemos para que todos amen a Dios y se amen como hermanos (Cf. Mc 12, 28-34).

El primer apostolado que ejerce el Agustino recoleto es su propia comunidad, ya que conservar la unidad es de por sí una tarea delicada. Pero además, el Agustino Recoleto vive y se conecta con la situación y el momento que viven los demás, está atento a las necesidades es sensible a los problemas actuales. En virtud de esta disponibilidad ejerce la tarea que se le indique en bien de la Iglesia. Por ende la característica más visible en esta dimensión es el servicio, porque “quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

Elementos que favorecen el apostolado: decisión, alegría, disponibilidad y responsabilidad.
El voto que se deduce es la obediencia, ya que se cumple una misión mandada por la Iglesia como expresión de la voluntad de Dios.

sábado, 6 de agosto de 2011

Carisma Agustino Recoleto. Parte II

B. Comunidad: “Amor ordenado”

Cuando el ser humano se encuentra con Dios el gozo que produce este encuentro y el amor que ocasiona son tan grandes, que no queda otro camino que compartirlos, por eso la dimensión comunitaria nace de la dimensión contemplativa, porque la persona humana no puede vivir en soledad absoluta y Dios mismo es comunidad trinitaria. La contemplación tiene tal fuerza de unión que hace de los amantes de Dios una sola alma y un solo corazón.

La comunidad según San Agustín se propone imitar la comunidad primitiva: “la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían ellos en común” (Hch 4,32; Cf. Sal 137,1). San Agustín coloca como base de esa unidad la Trinidad, ejemplo de comunicación perfecta. Y así como en un organismo cada célula depende de las otras, los creyentes dependen unos de otros y viven los unos para los otros.

San Agustín indica que el vínculo de esta unidad ha de ser la caridad, esto es, la comunidad es posible gracias al amor, lo que constituye ya un testimonio de la presencia de Cristo y su fruto será la paz y la concordia entre sus miembros y lo que la posibilita es la humildad, ya que cada quien rompe con el egoísmo y consideran los bienes y las cualidades dones de Dios que deben compartirse lo que les permite abrirse al servicio. San Agustín le escribe a un novicio lo siguiente: “porque en realidad tu alma no es sólo tuya, sino de todos tus hermanos, como sus almas son también tuyas; mejor dicho, sus almas juntamente con la tuya no son varias almas sino una sola, la única de Cristo” (carta a Leto).

Finalmente, la dimensión comunitaria también hace del ser humano uno con la creación, ya que el amor ordenado consiste en aprovechar las cosas creadas gozando de la bondad que Dios ha puesto en ellas, pero respetando su dignidad; esto significa que todo ha de estar referido a Dios, que las cosas no se deben buscar por sí mismas, sino como medios que me hacen presente al creador, por eso dirá Agustín “ama y haz lo que quieras”, pues el amor es siempre orden.

Elementos que favorecen la comunidad: el diálogo, la celebración común y la corrección fraterna.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Carisma Agustino Recoleto. Parte I

¿Carisma?

Al hablar del carisma Agustino Recoleto hacemos referencia a aquello que identifica al agustino recoleto y a la vez lo diferencia de otra forma de espiritualidad en la Iglesia. Se trata del don singular que Dios otorga a los Agustinos Recoletos para que den testimonio de Cristo enfatizando una realidad concreta de Dios.

Presupuestos importantes:

Así como en la configuración de nuestra personalidad influyen factores biológicos (herencia genética), ambientales (familia, sociedad) y experienciales (momentos significativos). La espiritualidad agustiniana es el resultado de la vida y obra de San Agustín y de la historia de la recolección agustiniana; por tanto para comprender mejor el carisma agustino recoleto conviene conocer: la biografía de San Agustín, algunos de sus temas de reflexión favoritos y algunos datos históricos de la familia agustiniana.

El trípode carismático de los Agustinos Recoletos

Un trípode es un armazón que se sostiene con tres pies. El carisma agustiniano se sostiene sobre tres bases o más agustinianamente tres amores, a saber: contemplación, comunidad, apostolado. En esta entrega hablaremos de la contemplación.

A. Contemplación: “amor casto”

La contemplación es la natural atracción que Dios ejerce sobre el ser humano. Dios es irresistible, tanto que no podemos dejar de verlo, escucharlo, olerlo, sentirlo, admirarlo y amarlo. Nos descubrimos dependientes de Dios, le necesitamos, le buscamos y nos entregamos a él.

La espiritualidad agustiniana entiende esta contemplación como vida para Dios, vida con Dios, vida en Dios y vida de Dios mismo. El agustino recoleto sigue el gran mandato de Dios a Israel: “Escúcha Israel: Yahvé, nuestro Dios es el único Dios. Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Dt 6,4-5; Cf. Mt 22,37). El Agustino Recoleto conoce a Dios motivado por Dios mismo a entrar dentro de sí mismo (interioridad), donde lo está esperando Dios, para que conociéndole a Él, la persona se reconozca a sí misma como su hijo y por tanto semejante a Él. Una vez se de este encuentro el Agustino Recoleto sentirá la necesidad de dialogar continuamente (oración) con Dios.

Interioridad y oración son los componentes básicos de la contemplación agustiniana que llevan a cumplir el objetivo querido por San Agustín: conocer a Dios y conocerse a sí mismo y suscitan la condición esencial para poder ser transformados por Dios: la conversión.

Elementos que favorecen la contemplación: el silencio, el estudio de la Sagrada escritura, la actitud reflexiva y la piedad.

lunes, 1 de agosto de 2011

Beato juan de Rieti, 2 de agosto

                                          Nació en Castel Porchiano, junto a Amelia, en Umbría (Italia) hacia el 1318. Entró muy joven en la Orden Agustiniana, distinguiéndose por la sencillez e inocencia de vida y por el amor y entrega a los hermanos. Fue enviado a Rieti, donde permaneció hasta su temprana muerte en 1336.

El agustino, Jordán de Sajonia (+ 1380), en su obra, “Vidas de Hermanos”, nos da este testimonio sobre nuestro “Beato Juan de Rieti”:

“Había también un Hermano joven, en la ciudad de Rieti, con el nombre de Juan, sencillo, humilde y siempre de semblante alegre; era muy afable, y social, y nada distinto de los demás en el comer, y en el beber, y en otras cosas que pertenecen al trato común de los Hermanos; pero en lo interior era muy singular. Manifestó mucho amor y caridad para con todos los Hermanos. Jamás salió palabra de su boca, ni se vio en él obra alguna que desdijese de la caridad fraterna. Obsequioso con todos, lo fue principalmente con los enfermos, y con los huéspedes, a los cuales lavaba los pies, limpiaba los vestidos, y les cedía sus mismas cosas, mostrándoles con alegría toda la caridad de su inmenso corazón. Además, para él no había distinción entre sacerdote y sacerdote, sino que indistinta y espontáneamente, cuando le era posible, a todos, con suma diligencia, ayudaba de bonísimo grado a Misa y con mucha piedad. Este Hermano acostumbraba ir solo a pasear por la huerta del convento, y al salir, se le vio derramar lágrimas. Mas preguntándole una ver por qué lloraba, respondió: “Porque veo que los árboles, las hierbas, las aves, y la tierra con sus frutos, obedecen a Dios; y los hombres, a los que, por la obediencia, está prometida la vida eterna, quebrantan los preceptos de su Creador. Por esto gimo y lloro”.

Murió en Rieti a los diecisiete años de edad, hacia el 1336. Sus restos reposan en la iglesia de san Agustín de Rieti. Gregorio XVI confirmó su culto en 1832.